Una mañana nos regalaron un conejillo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad.
Eduardo Galeano
En palabras de J. A. Marina, vivimos entre el recuerdo y la imaginación, entre fantasmas del pasado y fantasmas del futuro, reavivando peligros viejos e inventando amenazas nuevas, confundiendo realidad e irrealidad… no nos basta con sentir temor, sino que reflexionamos sobre el temor sentido, con lo que acabamos teniendo miedo al miedo, un miedo insidioso, reduplicativo y sin fronteras.
Ciertamente, el miedo nos atrapa con frecuencia en una trampa circular de cuyo centro es difícil salir. No quiero referirme en este artículo al miedo patológico, en la línea de las fobias, cuya importancia en salud mental nos impulsa a otorgarle un espacio específico; ni a la función defensiva y de supervivencia del miedo sin la que no podríamos manejarnos en el mundo. Quiero referirme, eso sí, a los miedos, en el sentido más amplio y subjetivo, particulares de cada persona, que constriñen nuestras vidas, restan intensidad a nuestras actuaciones y restringen el desarrollo de nuestro potencial; a los miedos que, en definitiva, nos limitan y encierran en la repetición de pautas antiguas e ineficaces y que, de forma consciente o no, nos hacen más infelices en el día a día de nuestra existencia. Quiero referirme al miedo al compromiso, al miedo al enfrentamiento, al miedo a equivocarse, a decir lo que pienso, a dejarme fluir con la emoción intensa del enamoramiento, a romper una relación dañina, a cambiar de trabajo, a decir que no a mis hijos o a mis amigos o a cualquiera que me pida algo que no quiero o nos estoy en disposición de dar en este momento… Definitivamente quiero referirme al miedo al cambio, a la tendencia tan humana de fabricar en la imaginación las consecuencias no probadas de nuestros actos, de soportar, en palabras de Fritz Perls, la brecha de la incertidumbre, y de quedarnos, por tanto, anclados al mal conocido por no abrirnos a lo bueno por conocer.
Este autor, creador de la Terapia Gestalt basada en el “darse cuenta” continuo como modo de incrementar nuestros niveles de consciencia, de responsabilidad y por tanto, de salud psicológica, nos invita a cuestionarnos cada vez que nuestras respuestas se paralizan, cada vez que nos sentimos atrapados, sin capacidad de acción, temerosos, inhibidos, amedrentados por cualquier causa, qué estamos tratando de evitar con esta actitud, es decir, para qué nos está sirviendo el miedo en este momento concreto, en este ahora que me resulta inabordable, de qué me está protegiendo, con el fin último de revisar la certidumbre o la fantasía de la creencia que subyace a este comportamiento. Ten en cuenta, si decides reflexionar sobre esto en el futuro, que el miedo puede disfrazarse y adoptar distintas formas de expresión como la desconfianza, la desmotivación, la pereza, la aprensión, el remordimiento, la sospecha… bajo las cuales, a poco que indaguemos, encontraremos fundamentalmente miedo.
Pese a saber que el miedo es una experiencia subjetiva que depende enormemente de nuestras experiencias anteriores, de nuestra historia de aprendizaje, nuestros rasgos de carácter y de la situación concreta en que se experimenta, no seré yo quien invite desde estas líneas, ni ahora ni nunca, a echar mano de forma resignada a justificaciones causales. La próxima vez que te encuentres ante una situación comprometida para ti, recuerda que tomar decisiones, por difíciles que éstas sean, constituye un auténtico privilegio para todos, pues significa que tenemos en nuestras manos la oportunidad y la capacidad de elegir y, con ello, de construir nuestra vida; recuerda también que equivocarse es un derecho y a la vez una garantía de que en el futuro dispondremos de algunas herramientas más con las que afrontar esta responsabilidad y experimentar el gozo de ser los artífices de nuestras circunstancias vitales. Por lo tanto, no soportes tus responsabilidades, en cambio, úsalas para darte cuenta de que son ellas las que te impulsan a ser quien eres y a mejorar.