Habla mi cuerpo

Si eres cuerpo vivo nadie puede decirte cómo has de sentir el mundo.
Y nadie puede decirte cómo es la verdad, pues tú mismo la sentirás.
El cuerpo no miente.

S. Keleman

El que más y el que menos sabe que el cuerpo, las expresiones de nuestra cara, y los gestos que nos identifican y en los que nos reconocen los demás, tienen una capacidad comunicativa que se escapa de nuestra intención consciente. Somos la imagen cifrada de múltiples mensajes que se dejan expresar, casi siempre sin querer, a través del movimiento, la forma, la postura. Somos muy sensibles a estas señales en los demás, magníficos instrumentos de decodificación, y también de imitación, porque estos mecanismos nos hacen tratable la vida: podemos comprender, predecir y manejar indecibles situaciones que implican el contacto directo entre personas. Y del mismo modo que aprendemos a temer, admirar, a sentir atracción o rechazo, o pena o gozo ante determinados estímulos y acontecimientos, aprendemos también la forma de llevar y de mover el cuerpo y el rostro, es decir, en parte, nuestro aspecto físico es modelado por nuestras experiencias psicológicas. Pero el cuerpo no es solo un correlato de nuestras experiencias mentales y emocionales, sino que éstas están igualmente mediatizadas por aquel.

Aprovechemos el conocimiento intuitivo que todos tenemos sobre las señales del cuerpo e imaginemos el físico de una persona de la que solo sabemos que aprendió a pasar desapercibido como mejor estrategia para evitar problemas en su entorno, que es tímida, retraída, miedosa, sumisa… tal vez nos la imaginaríamos la mayoría de nosotros un poco encorvada, hombros hacia delante, tensa, con las cejas altas, la mirada huidiza.

A la vez, recíprocamente, nuestras vivencias (de placer, tristeza, vacío, orgasmo…) pueden estar “interferenciadas” por nuestra disposición corporal. Retorcerse de la risa es un buen ejemplo de cómo la postura puede interferir en cualquier vivencia psíquica. A veces la risa es tan intensa que necesitamos contorsionarnos, doblarnos, apretarnos el estómago o el pecho; con esto evitamos que entre demasiado oxígeno de golpe, lo que podría marearnos, una sensación física cuyo correlato psicológico podría ser “perder el control”. Así, el cuerpo, en determinados momentos, actúa como interruptor, desactivando (o activando) en mayor o menor grado una determinada experiencia según la amenaza que suponga para la persona.

Sigamos imaginando: ¿qué sentiría nuestro miedoso si se permitiera alzar los hombros, abrir el pecho, estirar la espalda y hacerse presente, hacerse ver en esta posición, ocupar todo su espacio, quizá una cuarta por encima de la altura desde la que suele mirar el mundo y moverse por él? Llamémosle vértigo, por ponerle un nombre, que podría ir desde la ligera incomodidad hasta el pánico. La postura replegada es congruente con la actitud de evitar los problemas y evitar el vértigo. Nuestra figura y la imagen que tenemos de ella son otra forma de lenguaje en que se expresa nuestro interior.

La Bioenergética, es una disciplina terapéutica que integra trabajo corporal y emocional. Es una herramienta de autoconocimiento y crecimiento personal a través de la búsqueda de nuestras tensiones musculares y bloqueos energéticos, tratando de hacernos conscientes de ellos, localizarlos en el mapa del cuerpo y ponerlos en relación con nuestras vivencias, con el objetivo último de liberarnos de las corazas que constriñen nuestras emociones vitales. A través de ejercicios de respiración controlada, de comunicación y de carga y descarga de energía (que tienen raíces en el tai chi o el yoga), trabajamos sobre los distintos segmentos y grupos musculares, favorecemos la vivencia y expresión de los verdaderos sentimientos que subyacen a nuestras experiencias, de modo que pueden ser analizadas y finalmente integradas en nuestra biografía de modo coherente y con sentido pleno.

Te propongo un mini ejercicio con el que comenzar a considerar estas cuestiones:

– Identifica una postura o un gesto típico en ti o pídele a alguien que te imite en un solo gesto o postura si te resulta difícil decidir.
– Exagérala mucho, métete bien dentro.
– Advierte qué músculos estás tensando, cuáles relajando, qué sensaciones puedes percibir: hormigueo, dolor, alivio, etc.
– ¿Qué funciones desempeñan las partes de tu cuerpo sobre los que adviertes estas sensaciones? Las manos nos sirven para agarrar, acariciar, golpear…; los pies para sostenernos, desplazarnos…; la boca para comer, hablar, besar… Relaciona estas funciones simbólicas con las sensaciones que experimentes de modo que tenga sentido y significado para ti.
– ¿Qué emoción podría simbolizar, a qué te suena en tu vida?

Todas nuestras experiencias nos dejan una huella emocional y también física, podemos decir que quedan grabadas en nuestra alma y en nuestro cuerpo. Cada parte, con su función natural, es a la vez símbolo significativo con el que podemos establecer una conexión y comenzar a trabajar conflictos interiores, nuestra historia vital y las formas que tenemos de relacionarnos con nosotros mismos y con los otros. Esta tradición no es precisamente innovadora, se enmarca dentro del cuadro general de terapias holísticas que comprenden al ser humano como una totalidad indivisible de mente-cuerpo-emoción. Su bagaje puede remontarse a los primeros trabajos psicofisiológicos de Freud y a las conclusiones de su discípulo Reich sobre la configuración de nuestra personalidad y estructura corporal a partir de las experiencias traumáticas y emocionales que acaban somatizándose, aunque se coincide en señalar a Lowen como el sistematizador de la disciplina, y su corpus teórico y práctico sigue evolucionando.

Elsa García León - Psicoterapia Online

Mi nombre es Elsa García León y soy psicóloga especialista en psicoterapia, colegiada número M-24517.

Quiero regalarte esta guía donde aprenderás qué es la resiliencia y cómo desarrollarla para hacer frente a las situaciones difíciles de forma que puedas salir de ellas sintiéndote más fuerte.

¡Que la disfrutes!