Decálogo de la felicidad
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
Rosalía de Castro. Meditación en el umbral.
- Nadie es responsable de mi felicidad más que yo, y yo no soy responsable de la felicidad de nadie; me ocupo de mis asuntos y dejo que los demás se ocupen de los suyos propios.
- Soy más de lo que tengo, más de lo que aparento y mucho más de lo que otros creen y dicen que soy.
- No espero que los demás sepan lo que quiero: digo lo que quiero, lo pido consciente de que lo necesito y consciente de que los demás son libres de dármelo o no.
- De manera recíproca, me libero de la obligación de satisfacer los deseos ajenos y las expectativas que otros tienen sobre mí.
- Viví el pasado y aprendí; sé que viviré el futuro y no tengo prisa por que llegue, ni sufro por cómo imagino que será. Por el contrario, vivo el presente con toda la intensidad que corresponde a cada una de mis circunstancias.
- Considero que la felicidad no es una meta a conseguir una vez cumplidos ciertos trámites, sino el desarrollo de todos ellos: el esfuerzo de preparar un examen, el sacrificio de criar a mis hijos, la sucesiva progresión de cambios durante una larga convalecencia, echarte tanto de menos mientras espero tu regreso, encontrarme en medio de la soledad y reparar por primera vez en mí…
- Tengo un filtro para juzgarme a mí misma.
- Me presto atención: trato de conocerme, trato de comprenderme, trato de quererme tal como soy.
- Ni soy ideal ni pretendo serlo. Tengo cosas malas, defectos y vicios por cada virtud que soy capaz de reconocer, y soy consciente de que es precisamente este hecho el que me otorga la cualidad de ser humana.
- Sé poner límites a las exigencias de los demás.
- Considero que mis propios deseos, problemas, inquietudes y preferencias merecen tanto respeto y atención como los que tienen el resto de las personas que habitan mi mundo, aunque soy capaz de establecer prioridades según el caso.
- Confío en no dejar de crecer nunca.
- Deseo experimentar las nuevas sensaciones de la madurez, aquello que fui incapaz de sentir en otro tiempo.
- Comprendo que la vida tiene tanto valor justamente porque es finita, y conservo la energía que otros invierten en luchar contra este hecho irrevocable para emplearla en asuntos más útiles como echarme la siesta.